Un video testimonial de la Universidad de Río Cuarto retomó la vida de Berta Perassi, en un homenaje a los desaparecidos por la dictadura.
Mini supercorta, tacos altos y una carterita al hombro. Fijemos la imagen. Berta Perassi, recién salida del secundario de monjas, hace pie en la Universidad de San Luis donde llega con el propósito de lograr el título de psicóloga.
Son los setenta. La universidad es mucho más que una escalera al diploma y ella está a punto de saberlo. Tan bella, tan vistosa, y tan desorientada como ella, Berta encuentra a una ladera.
“Estábamos las dos impecables, paraditas ahí, frente a una multitud de chicos de jeans y zapatillas, militantes de distintas corrientes, todos listos para captarnos políticamente”, evoca muchos años después Nora Llaver desde el mismo pupitre de aquella universidad.
No pasó mucho antes de que las dos chicas llegadas del interior profundo -Berta de Coronel Moldes, Nora de un pueblito mendocino- empezaran a invertir el orden de sus prioridades. Si llegaron con la idea de recibirse cuanto antes, ahora eso queda lejos, en un segundo plano, absorbidas como están en la utopía de cambiar una realidad que les duele.
El momento compartido fue eso, apenas un pedacito de vida.
En el ‘73 Berta vuelve para seguir sus estudios y su militancia en la Universidad de Río Cuarto. De nuevo, el camino al diploma empieza a desdibujarse por las urgencias. Armada hasta los dientes con lápiz y papel, empieza a trajinar las calles pavorosas del barrio Acordeón hasta convertirse en una más.
No es la única, en cada rincón donde la pobreza asfixia hay alguien dispuesto a alfabetizar a los que nunca pasaron por una escuela. Pasa en Río Cuarto como en todo el país. Pero de pronto pasa menos, porque ese regimiento de chicos y chicas que buscan despertar entre los pobres la conciencia de que son personas con derechos como cualquiera empieza a ser visto como una piedra en el zapato.
Sus compañeros saben que a Berta Perassi no le queda mucho margen de acción en El Acordeón. Las mujeres golpeadas que encontraban en ella una palabra de aliento, los hombres de manos curtidas que aprendieron de esa flaquita los rudimentos del lápiz no entienden por qué, de un día para el otro, ella tiene que dejar todo y huir hacia Córdoba.
Los tiempos se precipitan.
Curtida en la militancia, se convierte en delegada gremial en la fábrica de galletitas Lía. Se tiñe el cabello, se vuelve casi irreconocible.
Por muchos años esas serán sus últimas imágenes. Su familia en Moldes no sabrá nada de ella. Un ladino rumor los hace aferrarse a la esperanza: “Berta está viva, y en México”.
Pero el paso del tiempo y la falta de noticias les hace presumir lo peor.
Hoy, se sabe que Berta fue parte de las 2.500 personas que fueron desaparecidas en el campo de concentración de La Perla.
Su biografía permaneció ignorada hasta hace poco cuando un ex novio exiliado en Ginebra, Suiza, se propuso rescatarla.
David Andenmatten, quien también fue su compañero de militancia, investigó sus últimos días, los de su desaparición, y acercó esa información a la Justicia cordobesa.
Junto con otros, también logró que el barrio donde ella enseñó a leer y a escribir le dedicara una calle a su nombre.
Eso pasó en noviembre del año pasado y fue el inicio de lo que vendría después. Los chicos de la escuela del barrio Las Delicias, de tanto pasar por esa calle de nombre extraño, le preguntaron a la maestra quién era esa tal Berta Perassi. La maestra les contó lo que sabía y esos chicos decidieron que el mejor homenaje que podían hacerle era escribirles una carta a su familia. Así fue como el buzón de los Perassi se llenó de mensajes que, casi inexplicablemente, atravesaron el tiempo.
“Es una de las mejores cosas que pudo haber pasado”, dice Andenmatten, el “suizo” que ya se está acostumbrando a visitar Río Cuarto cada vez más seguido.
La sencilla historia de militancia de Berta -tan intensa y hasta hace poco tan anónima como la de miles de compatriotas- empezó a aflorar y a crecer.
Hoy también tiene forma de video. Se llama “Algo habrá hecho”. Fue ideado por Eduardo Aguirre, la misma tarde en que Perassi empezó a guiar desde un nomenclador a los remises y taxistas que llegaban a Las Delicias.
Después de ocho meses de trabajo, el departamento audiovisual de la Universidad Nacional de Río Cuarto terminó de darle forma y lo estrenó la noche del miércoles.
Fue, claro está, en la calle Berta Perassi, en la vecinal del barrio de donde nunca debieron haberla echado, y estuvieron los viejos jóvenes de aquella época.
Nora Llaver -la flaquita de minifaldas de la facultad de psicología- hoy, a sus 56 años y dueña de una serena belleza, no archivó su antiguo sueño: “Para mí, la memoria tiene que servir para multiplicar. La lucha de todos aquellos que ya no están tendría que cristalizar en organización, en profundización de la democracia -dice-. Todavía nos falta muchísimo: nos faltan pibes y pibas que puedan pensar críticamente. Este es un homenaje a Berta y también es una posibilidad de seguir sembrando”.
También se la ve a Graciela Ochoa, compinche de la niñez de pueblo. “Para mí esto es el rescate no sólo de una buena persona sino de alguien que tuvo un compromiso político y buscó cambiar las cosas. Hay distintas formas de hacer la historia. Se puede escribir “La Gran Historia”, el gran relato, o como ocurre hoy, rescatar la escena y lo que nos sorprende de esa escena”.
Alejandro Fara
afara@puntal.com.ar
0 comentarios:
Publicar un comentario